Este octubre de 2024 se han cumplido 90 años de la revolución de octubre del 34. Es un episodio de la historia de España nunca suficientemente conocido, quizá porque surgió entre 2 acontecimientos muy destacados como fueron la proclamación de la II República y la Guerra Civil.
Charo Arroyo
1 ¿Una revolución asturiana?
Este octubre de 2024 se han cumplido 90 años de la revolución de octubre del 34. Es un episodio de la historia de España nunca suficientemente conocido, quizá porque surgió entre 2 acontecimientos muy destacados como fueron la proclamación de la II República y la Guerra Civil. O quizá porque se ha relacionado exclusivamente con Asturias cuando, como reflejaremos más adelante, fue un intento de insurrección a nivel nacional. Cierto es que donde triunfó con mayor fuerza y duración fue en Asturias y es por eso que se ha denominado la Revolución de Asturias del ‘34.
Es interesante conocer el contexto histórico de la época. Hablamos de unos años complejos, saliendo de una crisis todavía no superada, con la decepción tras el paso por el gobierno de las formaciones de izquierdas, como el PSOE, sin resultados visibles en la mejora de las condiciones de vida de la clase trabajadora y con el incremento de represión a los sectores más beligerantes antes estos nulos avances en el cambio de sociedad. De hecho, el malestar de las filas ugetista no se ocultaba hacia su socio, el Partido Socialista, que formó parte del gobierno del bienio del ‘31 al ‘33 que presidió Manuel Azaña. Por parte de la otra formación sindical mayoritaria, CNT, el descontento con los resultados del ejercicio de poder de los socialistas era inmenso pues, además de su falta de compromiso en las reformas económicas, durante su mandato se habían producido la matanza de Casas Viejas y el encarcelamiento de numerosos militantes de la organización anarcosindicalista.
Para incrementar la rabia del pueblo y su desesperanza, en las elecciones del 19 de noviembre del 1933 resulta ganadora la CEDA (Confederación de Derechas Autónomas) aunque Alcalá Zamora encarga a Lerroux, líder del Partido Radical, la formación del nuevo gobierno. Y lo conforma sin tener en cuenta al líder de la CEDA, José María Gil Robles, aunque presta su apoyo al gobierno e influye en las actuaciones de este. Sin embargo, la estabilidad del nuevo ejecutivo era endeble, produciéndose distintas dimisiones de ministros por la deriva derechista del gobierno por la influencia ejercida por la CEDA a cambio de prestar apoyo al gobierno. Hay que destacar que la línea ideológica del partido de Gil Robles estaba marcada por la simpatía a las corrientes fascistas europeas nacientes en la época. Además, su marcado carácter católico en contraposición a la República laica hacía que saltaran chispas. Por ello, la entrada en el gobierno de ministros de la CEDA se consideró como el paso del Rubicón que desencadenó el momento de inicio de la insurrección.
Y así, el 4 de octubre de 1934 da un giro la conformación del gobierno entrando varios ministros de la CEDA a formar parte del ejecutivo. Este es el detonante del estallido de la revolución con la convocatoria de una huelga general por parte de la UGT, seguida de forma diferente según los territorios. Y es que las circunstancias de cada lugar necesariamente deben ser tenidas en cuenta y, principalmente, la implicación de la CNT en el movimiento revolucionario.
2 La actitud de la CNT
Como dice Ángel Herrerín, la participación de la CNT en la revolución del ‘34 se puede considerar «del boicot a la participación», porque aunque la Organización no se sumara a la huelga general, sus militantes, en la mayoría de los casos, se unió entusiastamente a la insurrección, con mayor o menor presencia en las calles dependiendo los lugares. Pero en algunos territorios, principalmente Asturias, la Regional Asturiana de la CNT se sumó y participó como organización a la revolución y formó parte de la comisión de preparación de la lucha.
En algunos territorios, principalmente Asturias, la Regional Asturiana de la CNT se sumó y participó como organización a la revolución y formó parte de la comisión de preparación de la lucha
Desde CNT se veía con recelo ese espíritu insuflado en la organización socialista por la revolución y la insurrección para revertir el orden político surgido de las urnas en el ‘33. La unión ideológica y de sometimiento a las líneas de actuación al PSOE generaba muchas dudas a la CNT sobre la propuesta ofrecida desde la UGT para poner patas arriba el país y acabar con la explotación de la clase trabajadora en las ciudades y fábricas como en el campo. Cierto es que desde el bando socialista tras la derrota electoral la línea del partido fue tornándose más radical y con Largo Caballero a la cabeza, también sindicalista, el planteamiento de los pasos a seguir se podría denominar más «extremistas». Por ello, tras varias consultas en CNT a nivel estatal se consideró que no procedía implicarse en acuerdos con la UGT, que se estaban ofreciendo desde finales del año 33. Se llegó a convocar en febrero de 1934 un Pleno propiciado por la propuesta que la Regional asturiana planteaba de participar en una alianza obrera para preparar la revolución y en ese comicio se debatió la postura que se iba a tomar como Organización. El acuerdo tomado fue el no confluir en esas negociaciones que se proponían, mientras UGT no renunciara a pactar y acordar con organizaciones políticas, es decir, con el PSOE, su actuación.
A pesar de la negativa surgida del Pleno en Barcelona, la Regional asturiana continuó con sus contactos en su territorio con los militantes ugetistas para valorar la posibilidad de una actuación conjunta. El 19 de marzo de 1934 se celebró en Gijón un pleno del Comité Regional de la CNT en el que se acordó iniciar gestiones con la UGT para constituir la Alianza Obrera. Así, el 31 de marzo de 1934 se conforma una reunión entre miembros socialistas y cenetistas en Gijón. Los asistentes serían: Bonifacio Martín, Graciano Antuña, José María Martínez, Avelino González Entrialgo y Horacio Argüelles, representantes los dos primeros de la UGT y de la Federación Socialista Asturiana (FSA), y los otros tres de la central sindical CNT.
El clima social en la España de la época era tenso, primordialmente por la falta de voluntad de ciertos sectores de la derecha, la Iglesia, los terratenientes y las empresas para aceptar los planteamientos reformistas de la República y que con la entrada de la derecha al gobierno la patronal se saltaba los acuerdos establecidos, no pagando los salarios acordados ni manteniendo las jornada estipuladas, aprovechándose de una situación de poder volviendo a los peores años de explotación de la mano de obra. Y en la cuenca minera asturiana se estaba llegando a una situación insostenible que dentro de un sector sindicalizado y concienciado generaba un caldo de cultivo propicio para la insurrección.
No olvidemos que ya se había producido el levantamiento minero en el Alt Llobregat en el 32 y una huelga ferroviaria importante en el 33 además de una insurrección propiciada, en exclusiva, por la CNT en diciembre. Todos los levantamientos fueron sofocados con violencia y represión sobre quienes participaron en ellos, principalmente sobre la militancia cenetista y sobre la Organización, con el cierre de locales y miles de militantes encarcelados y deportados. Por eso, a pesar de las condiciones tan penosas en las que se encontraba la población más desfavorecida, había reticencias en apoyar el movimiento revolucionario que planteaban los socialistas por no considerarlo verdaderamente revolucionario
3 Huelgas y levantamientos insurreccionales en el Estado
Como decíamos anteriormente, el 5 de octubre de 1934 se declara la huelga general en todo el país por parte de la UGT en Madrid. Y aunque era una huelga planteada para todo el territorio y todos los sectores el seguimiento fue desigual.
Tras la convocatoria del día 5 de octubre, cenetistas, a semejanza de insurrecciones anteriores, asaltaron ayuntamientos y proclamaron el comunismo libertario, en localidades como Alcudia y Banyeres (Alicante), en Villanueva (Cantabria) o en Aguilar de Campos y Medina de Rioseco (Valladolid). Donde no había sintonía entre cenetistas y ugetistas se vio afectado el éxito del levantamiento, como en el importante centro obrero de Alcoy (Alicante), donde no prendió la llama hasta el día 8, según señalaban los informes de la Comandancia de la Guardia civil, «debido al desconcierto que se produjo entre sindicalistas y socialistas en los primeros momentos». Aunque una vez superado, las hostilidades continuaron hasta el 12 de octubre.
Las acciones se generalizaron a lo largo y ancho de la geografía española: en Cantabria, se proclamó la huelga general revolucionaria en la capital y provincia; en León, además de los levantamientos en la capital, 350 mineros de la zona de Santa Lucía de Gordón iniciaron una huelga que duró 15 días; en Ciudad Real hubo enfrentamientos en Corral de Calatrava, Campo de Criptana…; en Girona, hubo levantamientos en Palamós y en Palafrugell; en localidades de Jaén como Linares, Martos, Torre Don Jimeno… se declaró la huelga general.
En Ávila, en la madrugada del día 7, se cortaron los hilos del telégrafo; en Épila (Zaragoza) y Tarazona (Albacete), los insurrectos se apoderaron del ayuntamiento; en San Clodio (Lugo) hubo enfrentamientos entre los huelguistas y las fuerzas del orden. En el País Vasco, los socialistas, que eran mayoría, pretendieron realizar el levantamiento en solitario. Los cenetistas denunciaron que tuvieron varias entrevistas para participar en la acción, pero les negaron las armas. En Bilbao, la huelga duró una semana. Hubo importantes enfrentamientos en Baracaldo, Portugalete, Sestao, etc, en Mondragón se proclamó la república socialista. En Levante, los enfrentamientos armados se extendieron por localidades como Elche, Alicante, Novelda, etc. En Valencia, se declaró la huelga general, que duró hasta el día 12 en conjunción entre las fuerzas sindicales que constituyeron la Alianza Obrera.
En un lugar emblemático para el anarquismo como es Zaragoza, en esos momentos era donde residía el Comité Nacional, apenas estaban al tanto de la preparación del levantamiento. En el momento que se produce la convocatoria de la huelga general hay reticencias a apoyarla y es cuando los de la UGT entablaron conversaciones con los sindicatos cenetistas pero la cuestión no prosperó. En Pamplona y Logroño, se declaró la huelga general, pero sin la implicación de la CNT porque cuando se les pidieron armas a los socialistas se las denegaron. Aunque en localidades más pequeñas sí hubo colaboración entre la militancia de ambas organizaciones, en Uncastillo (Zaragoza), socialistas y cenetistas se enfrentaron juntos a las fuerzas del orden; mientras que en Cervera del Río Alhama (La Rioja), los cenetistas, sin esperar consignas, se lanzaron a la lucha.
Mientras Companys proclamaba «el Estado Catalán, en la República Federal Española», el periódico confederal Solidaridad Obrera era prohibido, los cenetistas perseguidos y sus locales clausurados
En Madrid, aunque la huelga triunfó inicialmente, fue un levantamiento efímero al no disponer del apoyo de las fuerzas armadas ni de la CNT. Y en Cataluña la situación previa no predisponía a la CNT a participar de los movimientos que se estaban preparando por los socialistas y tampoco estaban dispuestos a colaborar con las intenciones de los nacionalistas que habían encarcelado a miles de militantes de CNT. Esta situación no impidió, como sucedió en otros lugares de España, que muchos anarquistas se lanzaran a la calle e intentaran dar al levantamiento un carácter libertario. En los pueblos de Montbrio, Monferri, Salomo y Lidemolins, los revolucionarios se habían apoderado de los ayuntamientos y habían declarado el comunismo libertario. En San Sadurní, la FAI se había adueñado del pueblo, mientras que en Villafranca los anarquistas habían quemado tres iglesias y dirigido su ira contra locales del Partido Radical, la Lliga y el Casino Católico. Según la CNT, sus militantes mantenían un enfrentamiento a doble banda; por un lado, contra catalanistas y miembros de la Alianza; y, por otro lado, contra las fuerzas armadas gubernamentales. En un primer momento, los cenetistas se dirigieron hacía sus sindicatos cerrados desde la última insurrección de diciembre y los abrieron. Pero las fuerzas de la Generalidad los detuvieron y volvieron a clausurarlos. Aunque hubo contactos entre miembros de la CNT-FAI y la Alianza, el entendimiento fue imposible. Así que mientras Companys proclamaba «el Estado Catalán, en la República Federal Española», el periódico confederal Solidaridad Obrera era prohibido, los cenetistas perseguidos y sus locales clausurados. En definitiva, la CNT no participó en el movimiento catalanista, ni en la huelga general promovida desde la Alianza con el beneplácito del gobierno catalán.
En realidad, la postura de los dirigentes del Comité Nacional la CNT era el no participar al poner en duda una real acción revolucionaria por parte de la UGT, pensando que supondría la desaparición de la organización libertaria aprovechando una nueva escala de represión salvaje contra las organizaciones anarquistas. Todo esto se desarrollaba con un enfrentamiento interno dentro de la CNT entre los sectores faistas y los anarcosindicalistas (a los que se tildaba de poco revolucionarios). Curiosamente, los más radicales pasaban a tomar una postura más conservadora sin entrar en la batalla de la insurrección. De hecho, la situación producida en Madrid mediatizaba la decisión del Comité Nacional. Sobre esto se acusa a García Oliver, miembro de la redacción del periódico CNT e instalado en la capital, de dar falsas informaciones derrotistas de la situación de Madrid diciendo que los comercios estaban abiertos y que la huelga rápidamente sería aplastada, que influyó en la toma de decisiones del Comité Nacional y la Regional catalana. La acusación mantenida por algunos compañeros llevó a la Organización a realizar meses más tarde una comisión de investigación sobre estas acusaciones vertidas contra García Oliver, que acabó rehabilitando al compañero en su honor y dejando las acusaciones en el olvido y manteniendo el carácter mítico de Juan García Oliver dentro de la CNT.
4 Octubre del ‘34 en Asturias
Pero nos queda hablar de la zona asturiana, donde durante más tiempo y con mayor virulencia se mantuvo la lucha por el triunfo de la insurrección. El octubre asturiano ha sido descrito como el último intento de toma del poder estatal mediante una insurrección armada en masa de la clase obrera en Europa.
Como comentábamos en Asturias, a pesar del acuerdo alcanzado en el Pleno de febrero del 34, se decidió formar parte de la alianza obrera y la Regional asturiana firmó la alianza con la UGT en Gijón, el 28 de marzo, al que se unió en el mismo acto la Federación Socialista Asturiana. Cualquier duda de formar parte de la alianza se disipó cuando Gil Robles convocó un acto en el Santuario de Covadonga el 9 de septiembre de 1934, que se interpretaba como una reconquista, frente a la izquierda. Ante este acto se declaró huelga general en Asturias que resultó un éxito por la unidad de las fuerzas de la izquierda.
Esta unidad, definida con las siglas UHP (Uníos, Hermanos Proletarios) es la que diferencia la revolución en Asturias al resto de los territorios. Pero además hay otra particularidad respecto al resto del país, la situación extrema de mineros y metalúrgicos que estaban sufriendo el cierre de minas y fábricas, ayudó a que la revolución prendiera en el momento en el que se convocó la huelga general el 5 de octubre. Otro de los elementos diferenciadores de la situación asturiana es la entrada de armas, a pesar de que se producen aprehensiones por parte de la Guardia Civil.
Iniciada la insurrección, los revolucionarios según ocupaban pueblos y ciudades de Asturias se constituían comités que tenían una orientación relacionada con la organización mayoritaria en la localidad. Así, la CNT, que contaba en la región con unos 22.000 afiliados, tuvo sus bastiones principales en Gijón y La Felguera. Pero, aún con la unidad de las organizaciones, el reparto de armas no fue bien distribuido. Eso hizo que en Gijón la rebelión no comenzara hasta la noche del día 6, mientras, de Oviedo llegaban noticias de que era «un volcán revolucionario» y que «la cuenca minera era ya del pueblo trabajador».
Podemos definir lo sucedido en Asturias como un verdadero movimiento insurreccional, entendido como un primer paso necesario y obligatoriamente violento, para llegar a la revolución social. Así lo entendían los cenetistas gijonenses que tras la llegada con violencia y destrucción se procedía a la obra constructiva de la revolución. Así que a la toma de edificios a sangre y fuego, le seguía la formación de comités de barriada y abastecimiento para evitar saqueos y suministrar víveres a la población. Medidas entendidas para seguir con la vida cotidiana y efectiva de la sociedad. En La Felguera, a pesar de no confluir con los socialistas, la militancia anarquista salió a las calles y constituyeron un comité revolucionario, que mandó ocupar y mantener activo el complejo sidero-metalúrgico de Duro-Felguera. Se detuvo a su director general y a los demás ingenieros de la compañía, al tiempo que se organizaban brigadas en cada uno de los talleres. La fábrica estuvo en funcionamiento durante el tiempo que duró la revolución y surtió del material necesario de blindaje de los camiones.
La revolución en La Felguera tuvo unas características especiales. El comité revolucionario publicó un manifiesto en el que proclamó la revolución social, pero convocó a los ciudadanos a una asamblea popular para elegir el régimen social a constituir. Por supuesto, se decidió proclamar el comunismo libertario y, por ello, se abolió el dinero y se constituyó un comité de abastecimiento que realizaba los intercambios mediante vales. También la revolución en La Felguera se diferencia por la nula represión llevada a cabo una vez finalizada la toma de los pueblos.
Todo este estallido de revolución fue decayendo con la noticia del desembarco del ejército y las informaciones que llegaban del resto de España donde la revolución no triunfó. Finalmente, el 19 de octubre se da por finalizada la revolución y comienza la represión, que supuso la muerte de más de 1.000 personas y cerca de 40.000 encarcelados; y que en los meses siguientes se completaría con la expulsión de miles de trabajadores de sus trabajos.
Y así, aunque podríamos hablar de la Revolución del 34 en España, las distintas circunstancias descritas han determinado que realmente es acertado hablar de la Revolución asturiana del 34. Porque es prácticamente el único territorio en el que durante un tiempo triunfó la revolución y se vivió según los principios del comunismo libertario.
Sirvan estas letras como homenaje y recuerdo a quienes lucharon por esa utopía que se hizo realidad de La Idea.
Bibliografía:
- Herrerín, Ángel. «La CNT en el movimiento de octubre de 1934: entre el boicot y la participación». Hispania LXXVI-252 (2016), pp. 217-244.
- Rodríguez Muñoz, Javier, “La Alianza Obrera. La unidad que facilitó la revolución de octubre de 1934 en Asturias”, Sin Permiso, 17 de mayo de 2024.
- Kerry, Matthew. Un pueblo revolucionado. El octubre de 1934 y la Segunda República en Asturias. Granada: Comares, 2024.
Fuente: https://redeslibertarias.com/2025/01/30/las-revoluciones-de-octubre-del-34/
